Por: Harlem Eupierre
El Jardín Botánico de Cienfuegos (JBC), Monumento Nacional de la República de Cuba desde 1989, arriba al aniversario 120 de su fundación (septiembre de 1901). Esta institución es orgullo para los cienfuegueros, no solo por su singular belleza, sino también por su contribución a las ciencias naturales y al desarrollo del país. Durante este año, Cienfuegos Verde estará presentando algunas comunicaciones sobre tan emblemática joya patrimonial. Este, el primer trabajo, se dedica a una porción del jardín de la que poco se conoce: el monte nativo Seboruco.2
Un bosque en el jardín
El bosque del JBC no ha tenido la misma extensión ni composición desde hace al menos 75 años. Entonces solo existía una porción de monte nativo que abarcaba aproximadamente la mitad del área del monte actual (Figura 1). Esta porción ocupada por el bosque original, según el Dr. Earl E. Smith3 “fue anexada al área del jardín alrededor del año 1925, aunque no fue hasta 1936 que se llevaron a cabo algunas operaciones en él”.
El monte actual es aquel bosque relicto, más el bosque espontáneo establecido en la sección contigua conocida como Arizona (figura 2), que se extiende hasta el lindero oeste del jardín (carretera a Arimao).
El nombre original del monte nativo es Seboruco, palabra de procedencia aborigen, referida además al abundante afloramiento rocoso calizo (lapiez), prácticamente impenetrable, que aparece en una zona ubicada al extremo sur de los límites del arboreto. Esta singularidad ha sido la contención a su exterminio, de ahí su presencia entre valles premontanos ocupados por cañaverales, pastos y otros sitios de cultivos.
Toda la masa boscosa, que cubre una extensión compacta de algo más de quince y media hectáreas (ha), posee una abundante fauna silvestre asociada, a pesar de la pequeña extensión superficial, su atípica composición y el aislamiento con respecto a otros bosques. Constituye así, en conjunto con el resto del arboreto, un oasis en un desierto de desolación forestal para la fauna silvestre local.
Esta fauna salvaje ha sido objeto de estudios a través de los años, casi desde los inicios del jardín, por infinidad de renombrados especialistas foráneos y nacionales, y de estudiantes volcados al descubrimiento científico. La presencia de una diversidad significativa de aves, mariposas diurnas y otros insectos, anfibios y reptiles propicia un servicio ambiental adicional y complementario a la contemplación de las colecciones del jardín y el disfrute de su atractiva historia.
Seboruco
El verdadero bosque nativo: Seboruco, está conformado por dos porciones distintivas. La primera es un fragmento de 4,7 ha de monte nativo típico para esa ecorregión, marcada por la irregularidad del micro relieve y la escasa disponibilidad de un substrato fértil. Se categoriza como bosque semideciduo mesófilo sobre diente de perro, según la clasificación cubana de vegetación.4
Presenta dos estratos arbóreos bien definidos: el superior, un estrato abierto, con más del 50% de las especies caducifolias (que pierden sus hojas durante la sequía), determinado por la disponibilidad de luz y suelo; y el inferior, un estrato de especies de menor talla tambien determinado por las mismas condiciones que el superior. El estrato herbáceo es casi inexistente debido a los abundantes afloramientos rocosos.
El techo del bosque lo forman especies como: ceiba (Ceiba pentandra), cedro (Cedrela odorata), dagame (Calycophyllum candidissimun), almácigo (Bursera simaruba) y ayúa (Zanthoxylum martinicense), entre otras. En el estrato inferior existe un predominio de: yaya (Oxandra lanceolata), Ramón de caballo (Trophis racemosa), Ramón de costa (Celtis trinervia) y quiebrahacha (Trichillia hirta), entre algunas más.
A través de decenios fue protegido y altamente estimado, por lo que ostenta todavía cierto grado de conservación en su composición y estructura, que impide con su clímax la penetración de especies ajenas al ecosistema. No obstante, en las últimas décadas ha aumentado la presión sobre él, y se verifica la tala y caza furtivas (aves canoras, majaes y jutías).
Aunque esta es una muestra muy reducida del ecosistema que existiera hace centenares de años, no deja de brindar la posibilidad e inspiración para disponer de ella como pivote para el fomento forestal auténtico en los alrededores, cosa que no está ocurriendo y debería estimularse.5
La segunda porción de Seboruco abarca 2,3 ha y se ubica hacia el este del área anterior. Está compuesta básicamente por el mismo bosque nativo, aunque a partir de los años 30 del siglo pasado le fueron practicadas ciertas acciones de aclareo para destinarlo al establecimiento de una nueva área de colecciones, compuesta por cinco secciones (dos de orquídeas, Cycas, bromelias y helechos). Se dispuso además una red de senderos interconectados a una plataforma con cobertura y asientos, para permitir la contemplación y el disfrute del ambiente recreativo creado.
Este monte prácticamente solo posee un estrato arbóreo, compuesto por las especies dominantes del techo del bosque original. De esta manera, se propiciaba la proyección de una luminosidad adecuada, que en unión al efecto propinado por una corriente débil de agua que corre hacia el interior del jardín, creaban las condiciones idóneas para sostener las colecciones mencionadas. No obstante, esta situación unida al descuido prolongado ha favorecido la irrupción de algunas especies invasoras de las colecciones como la palma africana Corypha umbraculifera y la leguminosa Albizzia caribaea, ambas muy robustas y de gran capacidad colonizadora. De las colecciones en secciones antaño establecidas solo quedan unas pocas especies sobrevivientes.
En adición, existe un fragmento pequeño del monte nativo, donde se plantaron6 algunos clones de cafetos (Coffea spp), de diferentes variedades que no se han manejado por más de medio siglo.
Arizona
Como adelantábamos, esta área boscosa es diferente al monte nativo originario (Seboruco) y la razón que sostiene este contraste radica en su origen. El monte secundario se fue estableciendo lentamente a partir de mediados de la década del 40 del siglo pasado, producto de la invasión de algunas de las especies de las colecciones existentes en el arboreto y otras nativas oportunistas.
Arizona era el área destinada a las colecciones de cactos y suculentas, y su emplazamiento y denominación obedecía a la similitud en la apariencia del terreno con esta zona árida del suroeste de los EE. UU. Durante su esplendor llegó a considerarse, al decir del naturalista cubano Antonio Ponce de León,7 “el lugar desde donde se disfrutaban unas de las mejores vistas del Valle de Arimao”, a lo que agregariamos, con el macizo montañoso Guamuhaya de fondo y desde la cota máxima del jardín quedaba también expuesta la magnificencia del arboreto.
Esta zona tenía emplazado un cobertizo que cobijaba a los visitantes que llegaban atraídos por las espectaculares suculentas y por la contemplación de la belleza de la campiña arimaoense. De aquella sencilla construcción aún persiste la pared amurallada, que muestra un avanzado grado de deterioro (Figura 3).
Pero ya en fecha tan temprana como 1945 se sugería abandonar, al menos, tres cuartas partes de Arizona, al decir del Dr. Elmer Merrill,8 como colección de suculentas y establecer una parcela de plantíos del valiosísimo árbol de Teca (Tectona grandis), con la intención de demostrar que la especie podría desarrollarse satisfactoriamente en suelos rocosos de este tipo; pero esta acción nunca se ejecutó. Adicionalmente, el mismo autor señalaba en otro apunte que probablemente las plantaciones de suculentas eran demasiado extensas, teniendo en cuenta los limitados recursos financieros con que contaba la institución para su mantenimiento.
Casi una década después, el Dr Hugh Raup,9 llamaba la atención sobre el mismo punto que el Dr. Merrill: “el principal problema que acechaba a esta zona era el control de las malezas”. Y ampliaba diciendo que “al ser Arizona una región abierta, expuesta completamente a la invasión de semillas de plantas de rápido crecimiento y, además con la presencia de un suelo con abundantes afloramientos rocosos, el control de malezas resultaba una empresa complicada, hacia donde había que dirigir cuantiosos recursos”. Leonardo Alomá, quien trabajara en el JBC por más de 40 años, nos aseguraba que, en 1964, año de su ingreso a la institución, ya “…esa parte del jardín estaba cubierta por [el] bosque,…y nunca había visto, ni oído sobre el cobertizo”.10
Con el establecimiento del bosque espontáneo en Arizona fue desapareciendo la admirable pero difícil de manejar colección de suculentas que se asentaba en ella. Afortunadamente, aún queda un reducido número de ejemplares, sobre todo de especies trepadoras, que lograron adaptarse y sobrevivir a las adversas condiciones que les impuso el bosque usurpador. En el estrato arbóreo predominan especies pioneras como la guásima (Guazuma ulmifolia) y la yagruma (Cecropia peltata), y emergen sobre el dosel los imponentes árboles de Albizzia caribaea y A. procera, preñados de vainas en ristre, listas para seguir conquistando tierras ajenas.
Restaurar un monumento vivo
Seboruco es único en toda la región. Este monte ha sido el hábitat de gran variedad de vida silvestre. Sería loable restaurarlo en toda su extensión, estructura y composición por su importancia ecológica e histórica. Para ello habría que hacer labores muy trabajosas y costosas tal vez, pero como toda obra monumental, esta lo amerita.
Tentativamente, podría pensarse en la ejecución de varias acciones. Primero: rescatar las colecciones de cafetos por vía agámica y establecerlas en otra sección del jardín, quizá en la denominada “Plantación de bosques”; una vez asegurados estos clones se deben suprimir los ejemplares en la zona de Seboruco. Lo mismo debe hacerse con las exiguas “colecciones en el monte recreacional”. Segundo: comenzar a introducir ejemplares de especies nativas de Seboruco hacia el bosque en Arizona, al mismo tiempo aniquilar los árboles exóticos en Arizona y Seboruco (Recreacional) por medio de anillamientos o supresión del ápice en caso de la palma intrusa, para que se vayan apagando lentamente. Tercero: reducir las suculentas y cactáceas remanentes en Arizona, y enriquecer las colecciones de estas en el JBC. Cuarto: mover los restos del cobertizo hacia una zona conveniente (con visibilidad) en el extremo oeste de la sección de Ficus, y emplazarlo ya restaurado. Quinto: proteger a Seboruco (extendido) de todo peligro, entiéndase irrupción de intrusos, invasión de exóticas e incendios. Sexto: seguir fomentando las nativas locales en Arizona/Seboruco. Séptimo: monitorear constantemente el comportamiento de la fauna silvestre.
Referencias
[1] Soledad es el topónimo antiguo de la colonia cañera que existiera en lo que se conoce hoy como Consejo Popular Pepito Tey, ubicado a unos 20 km al este de la ciudad de Cienfuegos, entre el valle del Caunao. Allí estaba instalado el ingenio homónimo, adquirido por el norteamericano Edwin F. Atkins en 1884, quien luego dedicara una parte de sus tierras (en el lugar conocido como Colonia Limones) y recursos al establecimiento de una Estación Experimental Agronómica con la asistencia de la Universidad de Harvard, que terminó convirtiéndose en la Estación y Laboratorio Tropical de Harvard, el actual Jardín Botánico de Cienfuegos. Durante la administración por la Univ. de Harvard, el arboreto fue referido como localizado en «Soledad» y no en «Limones».
[2] Este trabajo se confeccionó a partir del informe “Ordenación del Monte Natural del JBC”, elaborado y presentado por el autor de este artículo en junio de 2002, cuando trabajaba para esta institución.
[3] Smith, Earl. E. 1950: The vegetation of the Seboruco, Atkins garden and research laboratory. Central Soledad, Cuba (boceto artículo) en Archivo JBC.
[4] Para conocer más detalles consulte la “Clasificación de formaciones vegetales de Cuba”. Capote, R.; R. Berazaín. 1984. En: Revista del Jardín Botánico Nacional, Vol. V, No. 2, pp. 27-65.
[5] En el artículo “Árboles invasores (parte 1 de 2)”, publicado en este mismo sitio, se comenta la situación en torno a la nueva masa forestal aledaña al JBC.
[6] Esta colección de cafetos fue aportada al JBC en 1949 por el insigne agrónomo cubano Dr. Pablo Díaz Cuevas.
[7] Ponce de León, A. 1948. Una excursión a Cienfuegos, Rev. Soc. Cubana de Botánica, Vol V, enero-sept.
[8] Merrill, E. D. 1945. Suggestion on the development of the Atkins Institution, Soledad, Cienfuegos, Cuba. Archivo del JBC. Y Merrill. E. D. 1945. Notes on the Atkins Institution, Archivo del JBC.
[9] Raup, H. 1952. Notes on the Garden and Research Laboratory, Archivo JBC.
[10] Entrevista realizada por el autor a Leonardo Alomá, en agosto de 2001.
Nota: Este trabajo es una producción original de Cienfuegos Verde.
Acerca del autor:
Dasónomo, Máster en Agroecología y Agricultura Sostenible. Graduado en la Universidad de Pinar del Río, Cuba. Ha hecho publicaciones sobre los árboles en revistas y periódicos locales.
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